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lunes, 7 de septiembre de 2009

Ordeñar la vaca de los impuestos

Seguramente, muchos de ustedes han jugado alguna vez a mover con un palito una tela de araña hasta que la araña de repente se revuelve creyendo que su víctima está a tiro. Es a esto lo que ha estado jugando con nosotros el gobierno. En estos últimos días a través del ministro de fomento, José Blanco, quien ha empleado las palabras en lugar del palito para despertar y confundir a la ciudadanía creando un enredo al escarbar la economía con los impuestos y en un momento precisamente delicado.Según las declaraciones del ministro – cuánto le cuesta distinguir su papel de vicesecretario general del PSOE y ministro– que el gobierno tenía pensado subir los impuestos y que tendrían que pagar los que más tienen. Por otra parte, desde esta columna comentábamos hace poco sobre los problemas que el país enfrentaba cuando un estado entraba en recesión, los efectos del déficit público y el estado de bienestar. También comentamos las posibilidades y los riesgos que asumía el gobierno al aumentar del déficit público consecutivamente.

La experiencia nos demuestra, que en efecto, alrededor del 90% de las consolidaciones fiscales (financiamiento interno) hechas mediante el aumento de los impuestos fracasaron, posiblemente porque muchas de ellas, se llevaron a cabo en situaciones y condiciones de extrema complejidad, es decir, con un marco de indicadores macro económicos desfavorables, de forma que, el recurso impositivo propuesto por el Gob., puede ser un paliativo, sin mayores consecuencias para el Estado para mitigar la penuria presupuestaria que padecemos pero con grandes efectos sobre la población. De hecho la opinión pública tiene dudas, sobre el efecto de cualquier medida impositiva que no contribuyera a la producción y a la generación de empleo, que son los verdaderos caballos de batalla para vencer la guerra al desempleo, y de esto es, de lo que menos podemos presumir en el país.
Veamos brevemente el curso del proceso. En el año 2007, fue el año cuando el Gob. implementó una rebaja impositiva arriesgada, grande y ambiciosa, es verdad que la locomotora marchaba con un crecimiento de 3.7%, y por ello, rebajó todos los impuestos, el IRPF redujo sus tramos, redujo el tipo máximo, se aumentó el mínimo exento, y se ampliaron muchas de las reducciones aplicables. El Impuesto de Sociedades (IS), bajó el tipo – recordemos que tiene un tipo único – nada menos que del 35% al 30%. Probablemente, estas cifras no digan nada si las ponemos en contexto. Según cálculos del gobierno, la rebaja afectaba de una u otra manera al 99,5% de los contribuyentes , excluyendo de la tributación a un 40% del total.
Durante la fiesta inmobiliaria de aquel año, el goloso pastel que generaba el sector inmobiliario, se ofrecía como la manzana de Eva, donde el gobierno como Adán no dudó en hincar los dientes, y así todos caímos en la trampa de las rebajas impositivas, aún sabiendo las señales que estaba dando la burbuja inmobiliaria, lo peor de todo, llegó en el momento más inadecuado que se podía imaginar, es decir, cuando estallaba la crisis, confirmando tiempo después, que el hechizo de las rebajas fiscales son, en el mejor de los casos, un bien que tiene malas compañías. Cuando lo correcto hubiera sido, que aquellos réditos que tiraban el carro español sirvieran como un colchón de reserva para corregir las anomalías que se habían acumulado después de ordeñar la misma vaca tantos años. Pero fue una buena lección, para evaluar la escasa sagacidad del gobierno para predecir el futuro y su escasa apreciación de los riesgos.
Es comprensible, que las rebajas fiscales en tiempos de bonanza sean muy golosas para los políticos, sin embargo, los impuestos de cualquier índole que sean son impopulares y dolorosos para el bolsillo del contribuyente, si bien es cierto, que la reducción en épocas de bonanza es mucho más fácil, porque se ve compensado en alguna medida por el ingreso de los impuestos indirectos. Como era de esperar, el boom inmobiliario, se inflamó tanto, que el globo explotó, revolviendo la totalidad de la economía, y ahora estamos en esas, mirando haber de dónde sacamos los recursos para ajustar otro presupuesto inflado por los vándalos autonómicos, que negociaron al alza sin importarles la crisis, al contrario, merodean para que su tesoro nadie lo toque. ZP se encuentra sin armas y lucha en solitario para conseguir los fondos comprometidos y seguir tapando los huecos del camino (cría cuervos y te comerán).
Aunque en materia impositiva España fue considerada tradicionalmente como el más bajo del conjunto de la OCDE. La siguiente comparación nos ilustra mejor. Los ingresos impositivos en porcentaje del PIB, en 2007 – año de la reforma – este ratio era de 37.2% (datos de la OCDE). Esta cifra estaba por debajo de la media de la OCDE Europa (38%), de Francia (43,6%), de Noruega (43,4), de Italia (43,3), Holanda (38%). Sin embargo estamos por encima de países como Estados Unidos o Japón.A esto, hay que añadir que aquel año, la tasa de crecimiento era superior a la mayoría de nuestros socios europeos. Es decir, que con más actividad económica, teníamos menos ingresos impositivos. Eso solo puede ser porque la presión fiscal en España era inferior al resto de los países. Como consecuencia de lo anterior, era evidente que España en términos impositivos, tomara el camino de la convergencia con la media de la UE 27; según datos del último informe de tendencias impositivas de Eurostat, España pertenece a esos países con bajos impuestos en el 2000 que han experimentado incrementos hasta el 2007. Esto significa que desde esa fecha, los impuestos no han hecho sino aumentar.
Entonces, si esto es así, ¿dónde está el margen de maniobra del gobierno?. Sin duda los impuestos sobre el consumo, en España son de los más bajos de toda la UE. Efectivamente ocupa el puesto 25 de ingresos por impuestos indirectos. Esto es debido al bajo nivel de IVA que tenemos comparado con otros miembros de la UE. El problema que se genera al incrementar el impuesto tiene dos consecuencias. Por un lado, puede tener un impacto negativo sobre el consumo interno disminuyendo la demanda. De otro lado, hay efectos inflacionarios que se derivan de trasladar el incremento del impuesto a los precios de consumo, por lo que, la medida impositiva sola, no sería el instrumento más idóneo para los tiempos que corren. Adicionalmente, el apaño de los impuestos indirectos, comporta una buena dosis de injusticia social, porque penaliza las rentas más bajas, toda vez que los impuestos indirectos son pagados por igual por todos los ciudadanos con independencia de su nivel de renta.
Otro elemento son las rentas del capital (impuestos directos), que en los últimos años han dado mucho que hablar. Efectivamente, la volatilidad del capital ha hecho que dentro de la misma UE existiera competencia fiscal entre países para atraer con el anzuelo de los bajos impuestos a inversores extranjeros. No obstante, en los últimos años en España, los ingresos por impuestos sobre el capital se han incrementado de forma espectacular. Esto es debido en parte, al "boom" que el país ha experimentó en los últimos años, y al aumento de los impuestos pagados por las empresas. En resumen, los ingresos impositivos derivados del capital, ahora mismo representan de los más altos de toda la UE (ocupamos el 4º puesto), según los expertos el incremento del presupuesto por esta vía sería además de menor impacto en el volúmen de ingresos.
Otros grupos de opinión indican que uno de los capítulos donde el gobierno podría tocar mejor la estructura impositiva estaría en el sector medioambiental. Curiosamente España es de los países donde dichos impuestos son de los más bajos, e incluso donde más bajaron en los últimos años (en todos los países de la UE estos impuestos han bajado, España ocupa el 4º lugar). Por lo que, no tomar este camino parecería hasta contradictorio, siendo nuestro país firmante del protocolo de Kyoto y parte de los 10 países más contaminantes del mundo (2004), y teniendo la imperiosa necesidad de financiar el brutal déficit acumulado.
A la vista de los hechos, el gobierno solo tendría tres opciones para implementar la reforma tributaria:

-Impuestos indirectos, entre ellos los medioambientales,
-Sobre el consumo, a través principalmente del IVA.
-Impuestos directos, sobre el capital, pero con moderación, como hemos visto somos el país donde más han crecido.
Desgraciadamente, hemos llegado a la disyuntiva donde el puzzle parecería no encajar por ningún lado, las declaraciones de uno y otro, no hacen sino enturbiar aún más el complejo panorama que vivimos, por lo que, el gobierno y sus políticos debieran hacer menos declaraciones de defensa de las clases populares, y trabajar más para una recuperación económica integral dado el alto grado de interdependencia existente entre los distintos sectores de atención, en lugar de preocuparse en satisfacer sólo las reivindicaciones de las CC.AA, que por otra parte, son las mayores generadoras del endeudamiento público. Iván Ayala.

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