Buscar este blog

jueves, 15 de octubre de 2009

El error de la apariecia

M.A Talón.La última decisión sobre la sede de las olimpíadas del 2016, nos ha dejado un mal sabor de boca. Todos los pronósticos se esfumaron, aunque muchos aseguraban que la luz de Obama brillaría más que la de Gallardón, pero pocos contaban con la habilidad de Lula de Silva y que el peso de la rotación de continentes sería el determinante.
De momento, será Río de Janeiro el que organizará los JJ.OO del 2016, aunque el público brasileño en general se decante de forma apabullante, más por el fútbol que por el Olimpismo, o por otras cosas, como nos recordó, el regatista brasileño Robert Scheidt, ganador de cuatro medallas olímpicas, dos de ellas de oro, y diez veces campeón mundial, el cual destacó, que en el "ámbito económico", Brasil recibirá "voluptuosas inversiones directas e indirectas para la infraestructura y el turismo". Pero esto no importa, porque dentro de los entresijos de la decisión se encuentra la gran pareja de la política y el dinero, donde el peso del señor Lula, y su candidatura se dejaron notar cuando hace unos meses, Brasil (TV Globo, Bandeirantes, Rede Record) entregó 210 millones de dólares al CIO o COI por los derechos de transmisión de las Olimpiadas de 2014 y 2016, lo que supuso un gran aumento de los contratos previos y el impulso final de la candidatura de Río. Pero esto tampoco importa, porque la candidatura de Madrid a día de hoy sigue buscando más patrocinadores para sus futuras presentaciones en sociedad.
El día 2 de Octubre en el Bella Center de Copenhague, asistimos en directo a una representación donde el valor del dinero puedo comprar y vender conciencias, realizar desprecios y ejecutar venganzas. Por eso Madrid, que no participaba a este nivel del juego y sólo presentaba una candidatura con buena organización, buenas instalaciones y alta motivación social e institucional, no pudo con lo que de verdad allí se dirimía. ¡Y salió Río!. Gallardón y Obama, el político más carismático y uno de los más populares del mundo, quedaron detrás de Lula haciéndole los coros.
En el terreno del Bella Center no sólo se despreció el efecto “Obama”, sino que la venganza de los “vividores octogenarios” del CIO, que diría J.M. García, se consumó sin contemplaciones. Por eso salió Río.
Dicha venganza consistió en hacer ver y entender a los EEUU que lo que es del CIO no se toca. Las Olimpiadas de Invierno del 2010 a celebrar en la ciudad canadiense de Vancouver junto a sus derechos de transmisión y los ingresos publicitarios que ello significan pretenden ser comprados en exclusiva por la NBC norteamericana (así como los de Londres 2012), mientras que el CIO prefiere negociar individualmente, ya sea por regiones geográficas o por países (por ejemplo en Europa), contratos más beneficiosos. Los norteamericanos de momento no han cedido ya que el único gran contrato de retransmisión con la NBC estadounidense, para el período 2010-2012, todavía tiene que ser negociado en una cifra aproximada de 2,5 billones de euros. EEUU ha apostado fuerte por las Olimpiadas de Vancouver y evidentemente quería llevar las de Chicago, entrando en el cortijo del CIO. Sin embargo, con Obama o sin él, Chicago se volvió a Illinois a las primeras de cambio.
Como explicación, pues que más de la mitad de los ingresos del CIO proceden de acuerdos de retransmisión y el importe pagado por los organismos de radiodifusión estadounidense, por sí sólo superan la suma de todos los demás acuerdos mundiales. Los americanos son los que más pagan por los derechos de transmisión, y ahora los brasileños temen lo que les pueda costar transmitir al mundo sus JJOO, por el desaire que Chicago y todo EEUU ha sufrido, porque los americanos, no nos engañemos, están muy mosqueados y el plato de su venganza se está preparando, aunque seguro, que nada es lo que parece.
La última decisión sobre la sede de las olimpíadas del 2016, nos ha dejado un mal sabor de boca, todos los pronósticos se esfumaron, aunque muchos aseguraban que la luz de Obama brillaría más que la de Gallardón, pero pocos contaban con la habilidad de Lula de Silva y en el peso de la rotación de continentes sería el determinante.

Connotaciones sobre el premio de Obama

En el marco de la entrega de los Premios Nobel, el de la Paz siempre acapara la atención internacional ante la tangible o hipotética resolución de un conflicto armado, en un sistema político global, caracterizado por las guerras y las injusticias sociales. Sin embargo, pocos han causado tanto revuelo, en tampoco tiempo, como el que acaba de recibir el presidente estadounidense, Barack Obama, la pasada semana, quien con tan solo nueve meses en el poder ha sido galardonado con el prestigioso premio. El Comité Noruego del Nobel alabó a Obama por “sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”.
El otorgamiento del “Premio Nobel de la Paz 2009” a Barack Obama ha generado, a nivel mundial, desde reconocimientos de jefes de Estados a su labor hasta fuertes cuestionamientos a la seriedad de quienes tienen la responsabilidad científica y moral de concederlo (y de los parámetros utilizados), pasando por el rechazo de grupos de presión estadounidenses que lo consideran como una condena implícita a la desastrosa política exterior de la Administración Bush. Todo esto sin dejar de mencionar aquellos que son proclives a considerar que este premio deja a Obama en una situación embarazosa ante el mundo y su país para los tiempos venideros.
En resumidas cuentas, que ha sido un premio otorgado prematuramente y ha dejado desconcertado a unos cuantos. El prestigioso periódico “The Washington Post”, en su editorial, afirmaba que una alternativa mejor habría sido el otorgamiento de este premio, como un homenaje póstumo, a Neda Soltan, la joven mujer iraní que falleció durante las manifestaciones de protestas que estallaron en Teherán, luego de conocerse los resultados de las elecciones presidenciales en Irán, en junio pasado (consideradas como, supuestamente, fraudulentas).
En realidad, tal vez, sería injusto catalogar que todas las metas de la Administración Obama están en proyecto, queramos o no, ha tomado algunas decisiones importantes como poner fin a las políticas unilaterales, en el ámbito internacional, que llevó adelante el Gobierno de George Bush. Por ejemplo, ha comenzado a cerrar la base de Guantánamo (aunque no estará lista para enero 2010 como había prometido); la mejoría de las relaciones con Rusia, incluyendo el área armamentista (la firma de un nuevo tratado de START); la total retirada de tropas estadounidenses de Irak pautada con fecha máxima para fin de 2011; el inicio de la negociación sobre el programa nuclear iraní; el abandono del proyecto sobre la construcción de un escudo de misiles en Europa del Este; ha abierto una ventana de diálogo con el mundo árabe y musulmán, y le ha recordado a los israelíes que sin el nacimiento de un Estado Palestino difícilmente tendrán garantizada la paz y la seguridad. Todo esto sin olvidar los intentos de acercamiento que ha tenido con el régimen cubano.
Ahora bien, estos eventos siguen, aún, en proceso de gestación dado que no ha culminado con resultados concretos que implique el fin de los conflictos político-militares que engendran.
Sin embargo, si leyésemos entre líneas, también es cierto que, podríamos interpretar el otorgamiento de este premio de una manera diferente (lo que no restaría peso a lo anteriormente expuesto) y es la siguiente.
Partiendo de la premisa de que el Premio Nobel de la Paz pudiese descansa, en alguna medida, sobre basamentos o intereses políticos de orden internacional, el otorgamiento de este premio podría ser el instrumento a través del cual la élite política europea, no sólo noruega, estarían enviando algunos mensajes a la Administración Obama sobre su postura respecto a aquellos focos de atención global donde tanto Estados Unidos como las potencias de Europa Occidental están involucradas, ya sea en materia de conflictos armados o medio ambiental. En pocas palabras, lo que Europa podría estar esperando de Barack Obama.
Por tradición, y en cuanto a política exterior se refiere, los presidentes estadounidenses pertenecientes al Partido Demócrata (como Kennedy) han sido proclives al multilateralismo y al diálogo con Europa, quien ha sido considerada como un socio natural de EE.UU. (p.ej. la alianza transatlántica durante la Guerra Fría). A ello habría que agregar que la filosofía de las administraciones demócratas, en materia de política exterior, pareciese descansar sobre el principio de que los conflictos armados no deben comenzar hasta que todas las oportunidades de diálogo y negociación sean agotadas. De manera que si comparamos el Gobierno de George Bush W. (republicano) con la Administración Obama (demócrata) podemos diferenciar, claramente, como el primero aspiró a un sistema político internacional unipolar, liderado por EEUU, mientras que Obama visualiza un mundo multipolar en el que Washington ejerce influencia pero a través de la colaboración con otras potencias, en el marco del derecho internacional, representado en las Naciones Unidas. No obstante, sería poco correcto analizar la actuación de la Administración Bush sin dejar de reconocer que los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 alteraron la política exterior de ese gobierno, la estructura del sistema político internacional, y, de alguna manera, las relaciones entre EEUU y el resto del mundo.
En cuanto a Europa Occidental se refiere, la Administración Obama ha dado signos de querer unas relaciones con la región basadas en el pragmatismo y su disposición para que Europa sea consultada sobre temas globales como Afganistán, Pakistán, Irán, el tema de la desnuclearización y el cambio climático, propuesta que ha sido aceptada por líderes de la región. Durante la pasada administración, Bush tomó decisiones unilaterales sobre el terrorismo, Irak o Afganistán sin consultar con las potencias europeas pero, sin embargo, exigió de ellas respuestas. Ahora, con Obama, tal vez, los países de Europa Occidental mantienen las expectativas de ser consultadas como nunca jamás en materia de asuntos de política internacional pero sin que se les exija compromiso alguno, más allá de un mínimo. Y es allí, probablemente, donde a Europa le falte, aún, asimilar que aunque Obama quiera consultar más con sus líderes, esto no implicaría que su gobierno demandara menos de las potencias europeas.
De tal forma que para Europa Occidental el peligro estaría en suponer que este acercamiento estadounidense significaría o el otorgamiento al derecho al veto, de manera, sutil, sobre las decisiones estadounidenses en materias álgidas de política internacional (donde ambos actores están involucrados) o la falta de iniciativa, criterio propio, para tomar decisiones unilaterales por parte del presidente estadounidense. Por ende, si el Comité Noruego cuando otorgó este premio a Obama, lo hizo con la intensión de motivarle a continuar en sus esfuerzos por resolver la conflictividad en Oriente Medio y Asia de manera pacífica, pero bajo su responsabilidad, y sin nuevas exigencias a los gobiernos europeos, su visión podría haber sido la menos acorde a la realidad geopolítica mundial en estos momentos.
Por ejemplo, en las últimas semanas las relaciones entre EEUU y Alemania han sufrido un enfriamiento, relativo, por el llamado que hizo Obama a una mayor presencia de tropas europeas en Afganistán y una expansión de la OTAN, que permitiese la integración de antiguas repúblicas soviéticas, hechos a los que se oponen el gobierno alemán (en parte por su dependencia respecto al gas ruso). Además, creer que Obama puede navegar, de alguna manera, por las aguas tranquilas de la negociación para resolver conflictos tan complejos como Afganistán, Pakistán, e Irán sin recurrir, en algún momento a medidas extremas, es una ilusión. En realidad, Obama está entrampado en una coyuntura histórica, una realidad, muy compleja, no creada por él, pero para la cual debe de encontrar una salida, que no será siempre la negociación y que difícilmente podría ser hallada sin el involucramiento de otros actores claves del sistema internacional.
Quien considere que Obama no tomaría medidas radicales en un momento de máxima tensión, sólo por el hecho de ganarse el Premio Nobel de la Paz, estaría dejando de considerar un elemento básico en la geopolítica mundial, y es que para EEUU, no hay nada más importante que su propio interés nacional. Además, ningún otro actor del escenario internacional está más interesado en que conflictos, como Irak y Afganistán, sean controlados a niveles mínimos, en medio de una crisis económica global como la actual, como la Administración Obama. De allí, la necesidad de encontrar una salida compartida a problemas que afectan al sistema internacional como el terrorismo global, el radicalismo islámico, la nuclearización de zonas estratégicas como Oriente Medio, el hambre, la pobreza, entre otros. El consenso es la salida. Mariela Reyes


UNASUR: Un escenario de choque ideológico (Parte II)

La estrategia venezolana de lograr que Colombia desistiera de establecer supuestas bases militares norteamericanas en su territorio se basó en tres pilares: la denuncia de un supuesto plan intervencionista de EEUU en la región; la revisión del Plan Colombia, y su eventual rechazo; y el involucramiento del pueblo suramericano, a través de los gobernantes, y grupos de presión, en la decisión colombiana, es decir, pasar de ser una decisión soberana para convertirse en un asunto regional.
El tema del acuerdo militar colombo-estadounidense ha mostrado señales claras de que Uribe es, de alguna manera, un impedimento para la expansión del proyecto continental del "Nuevo Socialismo del Siglo XXI" promovido por Chávez, especialmente, cuando Colombia está redefiniendo la importancia de su relación con Venezuela, especialmente en el ámbito comercial. Es decir, mientras la Administración Uribe ha abierto la posibilidad de un mejoramiento de las relaciones con Ecuador, esta ventana no ha sido dada a Venezuela. Por el contrario, ha fortalecido sus relaciones comerciales con México, Brasil y Argentina.
En el ámbito económico, la Administración Chávez intenta vender la idea en Unasur de que sea creada una propia arquitectura financiera para la subregión ante la crisis económica actual, mediante la adopción de los mecanismos monetarios ya aprobados por la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), es decir, una moneda común (el sucre, por ejemplo aprobada por el ALBA) con el propósito de que en un futuro sirva para sustituir al dólar en el comercio regional. Sin embargo, esta propuesta es poco factible que cuente con el respaldo de Colombia, Chile y Brasil, países que dirigen parte importante de sus exportaciones al mercado estadounidense.
Además, Unasur representa para los países suramericanos una alternativa más viable que el ALBA, con lo cual, Venezuela no tendría el mismo peso específico y determinante que tiene en ésta última. Así que existe la posibilidad de que Chávez contribuya poco en el fortalecimiento de Unasur si percibe que la organización no asume decisiones concretas a favor de su proyecto. Además, Venezuela no ha mostrado argumentos sólidos para justificar su posición en contra del acuerdo de cooperación de Colombia y EEUU, lo que ha contribuido, entre otros elementos, a que fracasase en lograr una condenación regional sobre el asunto.
Por otra parte, siendo Venezuela políticamente antagónica con los EEUU e interesada en proyectar una revolución ideológica en el exterior, Venezuela teme que su seguridad nacional este bajo la constante amenaza de unos EEUU que intentan, supuestamente, apoderarse a la fuerza de sus recursos petroleros. Caracas ve esta amenaza reflejada en Colombia no sólo por la firma del acuerdo de cooperación sino por ser proclive al libre mercado y a unas relaciones directas y no en bloque respecto a EEUU. De esta manera, Venezuela intenta atraer el apoyo moral de una gran potencia extraterritorial, como lo es Rusia, a través de la firma de acuerdos de cooperación militar, económica y tecnológica. Por ejemplo, el país ha comprado a Rusia, en los últimos años, armamento militar (50 helicópteros, tanquetas y miles de rifles Kalashnikov) valorado en 4 mil millones de dólares y ha firmado acuerdos de cooperación energética relativamente importantes.
Los acuerdos, aunque simbólicos, intentan revivir, de alguna manera, los lazos de la Guerra Fría entre Moscú y América Latina, y ser instrumentos dirigidos a debilitar el poder geopolítico de EEUU en su propia área de influencia (mediante la firma de acuerdos económicos y de defensa que permitiesen la presencia en la región de asesores o buques rusos que llamasen la atención de EEUU). La mayoría de los acuerdos tecnológicos entre ambos países son, sin embargo, promesas sin fechas de inicio o proyectos sujetos a retrasos o de limitada importancia.
Por ejemplo, en el área de la energía, donde la Administración Chávez busca apoyo financiero en Rusia para enfrentar el reto que significa realizar actividades de exploración y producción en la Faja Petrolífera del Orinoco, surge la duda en saber si los rusos estarían dispuestos a invertir altas cifras de capital para desarrollar parte de esta zona, caracterizada por su alto coste, cuando ellos muy bien podrían emplearlo para modernizar y elevar su propia capacidad de producción (cuya desinversión está afectando su condición de país petrolero), además de requerir de una tecnología de punta para este tipo de crudo que permita abaratar los costes.
A parte de Rusia, Venezuela ha estrechado sus relaciones diplomáticas y de cooperación con China e Irán, países que están invirtiendo en la explotación petrolífera y minera. En este último caso, destaca la participación iraní en la explotación de las minas de uranio que posee el país y el apoyo tecnológico que, supuestamente, el Gobierno de Ahmadineyad, aportará a Venezuela para que ésta desarrolle su propio programa nuclear con fines pacíficos. La Administración Chávez aspira a desarrollar este tipo de energía como lo hacen Brasil y Argentina. El fortalecimiento de las relaciones entre Venezuela e Irán ha generado desconfianza, además, en EEUU, debido a la relación que la Teocracia Islámica tiene, supuestamente, con grupos terroristas en Oriente Medio.
En cuanto a Brasil, las recientes reuniones efectuadas en el marco de Unasur demostraron que éste país junto con Venezuela comparten en común la existencia de fuertes ambiciones regionales, al aspirar ser el padre fundador de la integración continental suramericana. Tal vez una de las razones esté en que Brasil requiera, bajo su visión, de una organización donde su peso específico derivado de su fuerza cada vez más notable en el plano internacional, se haga sentir sobre las decisiones regionales. Es decir, una Organización de Estados Americanos (OEA) sin la participación de EEUU, lo que ha logrado, hasta ahora, con Unasur.
El riesgo que hay que prever es que Unasur pudiese ser un proto-imperio brasileño en el tiempo, sobre todo en lo concerniente al ala comercial y a la supervisación de las relaciones de los países miembros con EEUU. En lo económico, la Administración Lula ha sido muy hábil como agente comercial de las transnacionales brasileñas, que han hecho espectaculares arreglos en materia de obras públicas en algunos países vecinos como Venezuela y Bolivia, y ha logrado diversificar sus exportaciones hacia nuevos mercados fuera de la región, disminuyendo su dependencia de EEUU.
Por otra parte, aunque Unasur no hace de la confrontación con EEUU su razón de ser, Brasil manifestó su molestia al nuevo acuerdo de cooperación militar al insistir en querer obtener garantías jurídicas de que las operaciones militares contra la narco-guerrilla estarían limitadas, sólo, al territorio colombiano. Al parecer Brasil teme que la fuerte presencia militar estadounidense pudiera ser empleada para atacar desde Colombia a países vecinos que, a juicio de Washington, violen principios como la democracia y la libertad. Sin embargo, el uso de este acuerdo como trampolín para realizar ataques en la región, por parte de EEUU, parece poco probable dada la crisis estructural que presenta la economía estadounidense y la complejidad de su política exterior actual, elementos que continuarán siendo sus focos de atención en el mediano y/o largo plazo.
Esta postura, diplomáticamente incisiva, de la Administración Lula en contra del fortalecimiento de las relaciones entre Colombia y EEUU mostró señales, en alguna medida, del sentimiento antiestadounidense del presidente brasileño, en lo que concierne a Suramérica, actitud que pudiera trasponerse a los intereses nacionales del país. No olvidemos que la Administración Obama ha mostrado interés por fortalecer sus relaciones bilaterales con Brasil, reconociendo su condición de líder económico y político regional. De allí que el pragmatismo tendría que seguir llevando las riendas de la diplomacia brasileña.
Tal vez la misión de Brasil podría estar en buscar integrar América del Sur sobre la base de reglas claras para la inversión y la defensa real de la democracia y de los derechos humanos, más que en proclamarse líder regional, ya que podría convertirse en un objetivo de las disputas regionales, que le obligasen a tomar posturas no acordes con los intereses del país. De todas formas, más allá del recelo mostrado por la firma del acuerdo de cooperación militar, Brasil sigue considerando a Colombia como un país aliado estratégico en la región y de importancia comercial.
Respecto a Estados Unidos, de alguna manera, Unasur busca convertirse en un foro capaz de reunir sin muchas diferencias a los detractores y simpatizantes de la Superpotencia en la región. Sin embargo, las diferencias significativas surgidas en las últimas reuniones de emergencia demostraron que, nuevamente, América Latina, y muy especialmente, Suramérica, está dividida sobre el papel que debe jugar EEUU en la zona.
No hay duda que debido a razones históricas, la presencia de soldados estadounidenses en bases colombianas es un tema políticamente muy sensible tras las pasadas invasiones militares de EEUU en América Latina, pero la Administración Obama, probablemente, es la primera sorprendida del revuelo en torno al tema de las bases y el acuerdo, al punto de colocarla en una situación a la defensiva. Tal vez la falla radique en la falta de información que rodeó, desde un principio, las negociaciones, especialmente cuando la retórica “antiyanqui” es, si se quiere, parte de la política exterior de algunos países miembros, como es el caso de Venezuela, Bolivia y en alguna medida, Ecuador.
Para EEUU, Venezuela no constituye un peligro militar para su seguridad ni para Colombia, ya que éste país cuenta con una de las mejores (formadas y equipada) fuerzas militares de la región (debido a la lucha contra la guerrilla), más la asistencia técnica estadounidense. A esto habría que agregar que si las relaciones diplomáticas fuesen rotas entre ambos países, y a pesar de la mutua dependencia, EEUU podría sustituir, en el tiempo, las importaciones petroleras provenientes de Venezuela, mientras que al país suramericano no le resultaría tan sencillo encontrar un mercado refinador adaptado a su tipo de crudo y tan próximo en términos geográficos (abaratamiento de costes de transporte). Lo que si puede ser probable es que la compra constante de armas por parte de Venezuela este siendo vista con recelo por EEUU ante el temor de que éstas pudiesen ser desviadas a grupos armados o terroristas, como dejó entrever la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, en una reunión con el presidente de Uruguay, Tabaré Vásquez.
Por otro lado, mientras EEUU tiene puesta su atención en conflictos globales donde su involucramiento es total, como Irak y Afganistán, Suramérica está mirando cada vez más hacia China, India, Rusia e Irán, en detrimento de su poder político y comercial en la zona. Por ejemplo, durante los primeros seis meses de 2009, China comenzó a ser, por primera vez, el mercado exportador más grande de Brasil y está elevando, cada vez más, su capacidad de inversión en el país, especialmente en el área petrolera y minera. Compañías chinas están invirtiendo en actividades petrolíferas en Ecuador y Venezuela, mineras en Perú, y han planteado la posibilidad de construir una refinería en Costa Rica.
También otros países están interesados en invertir y elevar su presencia en la región como son Rusia, India e Irán, con lo cual la supremacía de EEUU en los asuntos de Suramérica se está resquebrajando, sutilmente, ante nuevos actores extrarregionales. Entre los factores que pueden explicar esta situación están la relativa declinación en la preeminencia política y económica de EEUU a nivel global, después de haber experimentado un período de apogeo con el fin de la Guerra Fría, y, por otro lado, a la mayor independencia económica y diplomática de países que han optado por buscar nuevos aliados. Así que la Administración Obama tiene bajo su responsabilidad el definir una nueva política exterior con Suramérica que le permita ganarse la confianza del mayor número de países, sobre la base de una política de beneficio mutuo y reglas claras, destinada a recuperar el espacio cedido.
En este contexto regional, el acuerdo de cooperación militar entre Colombia y EEUU ha servido de escenario para mirar los intereses diversos, comunes algunos, pero contradictorios otros, que tienen los países miembros de Unasur, y su relación con la que sigue siendo potencia hemisférica y global: EEUU. El futuro de la Organización dependerá de que los doce países miembros sean capaces de actuar coordinadamente en implantar políticas de integración, en todos los ámbitos, y de desarrollo sostenible que vayan más allá de los intereses mezquinos, y encuentren ventanas de oportunidades para todos. Si en lugar de centrarse en los problemas estructurales que aquejan a la región como la pobreza, la educación, y la salud, el tema de la seguridad adquiere máxima prioridad, al punto de fragmentarla, entonces, Unasur pasará a ser una Organización regional más destinada a caer en el olvido. M. Reyes

UNASUR Un escenario de Choque ideológico (Parte I)

La supuesta causa de una potencial amenaza a la seguridad regional ha sido la firma de un acuerdo de cooperación militar entre Colombia y EEUU en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, que implicará el uso de bases militares colombianas por parte de las fuerzas armadas estadounidense. Según fuentes oficiales colombianas, el acuerdo no incrementaría el tope pactado dentro del “Plan Colombia”, que limita la presencia estadounidense en el país a un máximo de 800 militares y 600 contratistas (quienes gozarían de inmunidad diplomática); tampoco se permitiría la creación de una base militar de EEUU, ya que Colombia esta ofreciendo el uso de sus propias bases (siete) bajo su control militar ni es un acuerdo de defensa mutua. El acuerdo tendría una vigencia de 10 años.
Hay que reconocer que el anuncio de la firma de estas negociaciones y posterior acuerdo se produce en momentos en que las relaciones diplomáticas entre Colombia, Venezuela y Ecuador sufren un fuerte deterioro, luego de que las autoridades colombianas incautaran a las FARC lanzacohetes que Suecia vendió a Caracas en 1988, lo que ha sido rechazado por el presidente venezolano, Hugo Chávez. Como respuesta, Caracas congeló las relaciones diplomáticas y comerciales con Colombia. Paralelamente, se registró un nuevo roce entre Bogotá y Quito (quienes rompieron relaciones diplomáticas en marzo 2008) luego de que fue divulgado un video en el que uno de los líderes de las FARC admitió, supuestamente, el financiamiento de la campaña que llevó a Rafael Correa a la presidencia.
Esta situación de fuerte tensión diplomática regional que se estaba viendo reflejada en un asunto, si se quiere interno, como era la firma de este acuerdo entre Colombia y EEUU, conllevó a la realización de dos reuniones de emergencia en un corto lapso de tiempo, y sin resultados concretos como son la Reunión Extraordinaria de Jefes de Estados, en Bariloche (Argentina), para tratar como único tema el de las bases estadounidenses en Colombia (28 agosto); y la Reunión Extraordinaria de Cancilleres y Ministros de Defensa, en Quito (15 septiembre).
Más allá de haber quedado demostrado que sobre el Caso Colombia la Unión está divida en dos grupos antagónicos como son los países que exigen la salida de las, supuestas, bases estadounidense y el fin del acuerdo militar de manera imperativa (Bolivia, Ecuador y Venezuela) y aquellos otros que, por el contrario, (Perú y Paraguay, y en alguna medida, Chile) consideran que la firma de este instrumento es una decisión soberana (hasta cierto punto) que debe ser respetada por el resto de los países miembros, los resultados de estas reuniones dejaron al descubierto algunos detalles que merecen ser mencionados por su potencial impacto sobre el futuro de Unasur.
Por ejemplo, desde el punto de vista organizacional, Unasur presenta tres obstáculos internos como son la existencia de modelos económicos, relativamente, conflictivos que podrían afectar el progreso hacia políticas de libre comercio, desregulación o el establecimiento de una moneda común (mientras Colombia, Perú, Chile, y Brasil tienen economías promercados, la visión antimercantilista caracteriza la economía en Venezuela, y en alguna medida la de Bolivia y Ecuador). En segundo lugar, existen ambiciones político-ideológicas regionales contradictorias entre Colombia, Venezuela y Brasil, por ejemplo que pueden afectar el consenso en la Unión, y, por último, la existencia jurídica misma de Unasur.
Según establece el tratado constitutivo, Unasur existirá como sujeto del derecho internacional con personalidad jurídica propia cuando se depositen nueve (de un total de doce) ratificaciones de los países miembros del Tratado de Brasilia en la Secretaría General de las Naciones Unidas. Sólo así puede entrar en vigor el tratado constitutivo. Hasta ahora sólo tres gobiernos lo han ratificado: Bolivia, Ecuador y Venezuela. De tal manera que su creación todavía no ha quedado formal y legalmente establecida. Tampoco sus respectivos gobiernos han mostrado interés en solicitar de sus Congresos o Parlamentos la ratificación del instrumento. A esto hay que agregar que algunos gobiernos entrarán en proceso electoral presidencial en los próximos dos años, por lo que la incertidumbre sobre su ratificación queda en pié ante la eventualidad de la llegada al poder de nuevos partidos políticos.
Por otra parte, Unasur es escenario de choque de intereses de orden global, regional y hasta domésticos de algunos países miembros, (Colombia, Venezuela, y Brasil), y, de éstos con otros actores como EE.UU, y potencias externas como Rusia y China.
En el caso de Colombia, por ejemplo, la Administración Uribe ha dejado claro que no está dispuesta a sacrificar sus intereses nacionales por lograr mantener un consenso dentro de la Unión, lo que ha quedado demostrado cuando el país ha planteado, sutilmente, la posibilidad de un eventual retirno de la misma. Las prioridades de Colombia están centradas, en parte, en los problema de seguridad interna como la narco-guerrilla. De allí que el acuerdo firmado con EE.UU le proporciona una mayor posición estratégica y apalancamiento al país, dado el interés que este acuerdo tiene para ambas partes, sobre todo después que Ecuador retomase el control de la base militar de Manta (arrendada a EEUU). Con el nuevo acuerdo, EE.UU obtiene acceso a tres bases de la fuerza aérea militar colombiana ubicadas en puntos básicos como el Océano Pacífico, Mar Caribe y Océano Atlántico, además de otras cuatro.
A cambio, Colombia recibirá, muy probablemente, acceso preferencial a la tecnología militar estadounidense y la posibilidad, por otro lado, de fortalecer sus actividades de cabildeo ante la Administración Obama para obtener apoyo en el Congreso con el fin de que sea aprobado, finalmente, un acuerdo de libre comercio entre ambos países que está aún pendiente, lo que no fue considerado como una prioridad por la Administración Bush.
De tal manera que, mientras Venezuela se acerca al paragua ruso como potencia externa a la región, Colombia lo hace de la mano de EE.UU. Este último acercamiento es lo que ha hecho que el Brasil, de Lula, mire con recelo el alcance de este acuerdo, a pesar de que Colombia y Brasil firmaron, en marzo pasado, un tratado de cooperación militar destinado a capturar a la narco-guerrilla en las áreas fronterizas, otorgándole así legitimidad a la lucha colombiana contra los rebeldes de las FARC. La causa de esta leve disparidad de intereses sólo podría radicar en la autonomía colombiana a la hora de tomar decisiones por encima de la influencia galopante que Brasil está tomando en la región, como potencia emergente, así como de Unasur. Y, por supuesto, la posibilidad de que EE.UU pudiese valerse de Colombia para influenciar sobre la región. Desde que el "Plan Colombia", financiado en un alto porcentaje por EE.UU, fuese instaurado (1999) para combatir la narco-guerrilla, las relaciones militares colombo-estadounidenses han sido punto de críticas y sospechas en la región por los diversos gobiernos de turno.
En cuanto a Venezuela, la Administración Chávez ha venido forzando, de alguna manera, a los demás gobiernos de Unasur a reunirse cada vez que surge un acontecimiento donde su proyecto ideológico de exportación, el "socialismo del siglo XXI", pudiese resultar afectado o favorecido, según sea el caso. Los ejemplos más emblemáticos, hasta ahora, han sido la cumbre extraordinaria celebrada el 16 de septiembre de 2008, en Santiago de Chile, para considerar la situación política de Bolivia (en esa ocasión el presidente venezolano anunció que estaba dispuesto a actuar militarmente para defender a Evo Morales de una presunta conspiración contra su gobierno); y las cumbres extraordinarias, por otro lado, de Bariloche -agosto 2009- y Quito -septiembre 2009- promovidas con el fin de detener o denunciar al presidente Uribe por los acuerdos militares con Estados Unidos. Mariela Reyes.

lunes, 12 de octubre de 2009

Dudas para superar el Medio Ambiente

H.Ayala. El aire viciado que respiramos a diario, se va convirtiendo cada vez en uno de los temas que más preocupan a los ciudadanos, por lo que, para un Gobierno el Medio Ambiente-MA debía ser y es una de las prioridades en su agenda de trabajo. Por otra parte, la población, los políticos, la sociedad civil, los organismos internacionales, enfrentan situaciones de desencuentro a la hora de abordar el problema, lo que hace que las soluciones también sean complejas.
En los últimos años hemos asistido a una serie de iniciativas, incluso con participación de políticos que han hecho campaña contra el calentamiento global, muchos de ellos han brillado como estrellas mediáticas convirtiendo, la defensa en marca propia. En el 2007 el nobel de la paz fue concedido a Al Gore y al Panel Intergubernamental Contra el Cambio Climático (IPCC) por su trabajo en contra del fenómeno cambio climático. Sabíamos que el nobel de la paz era un tanto etéreo en sus concesiones, pero esta vez fue más allá de cualquier expectativa.
Ninguno de los dos, ni Al Gore ni el IPCC tienen sus ideas resueltas a cerca del qué, cómo, cuándo, por qué se dan determinados fenómenos climáticos y los patrones de cambio. Porque con los actuales conocimientos y métodos de estudio existentes es difícil hacer una estimación precisa de los numerosos comportamientos del cambio. Tenemos unos hechos encima de la mesa que nos ponen los pelos de punta, pero según las estimaciones del IPCC para los próximos 100 años (por citar algo), tienen un rango de variación entre 1.4°C y 5.8°C. Para hacernos una idea, esto puede suponer entre perder unos centímetros de costa a perder países enteros. Las consecuencias son grandes en cada uno de los casos, pero los costes en los que se ha de incurrir para evitarlas son radicalmente diferentes, (mayores, menores?).
El debate
De todos es conocido el funcionamiento de la temperatura global, pero nunca está de más recordarlo como punto de partida. Los rayos del sol llegan a la Tierra y gracias a la atmósfera, la energía se transforma y procesa en materiales, por ello, la Tierra es diferente a la Luna, que es un lugar inhóspito. Nuestra atmósfera permite que los rayos del sol que entran no salgan por completo, y así nuestro querido planeta tenga una temperatura más o menos constante. Los gases que retienen el calor son entre otros, el CO2 y algunos otros como el metano. El ser humano ha incrementado estos gases en la atmósfera quemando combustibles sólidos como el petróleo por ejemplo. Estos combustibles provienen de plantas que habitaron el planeta hace millones de años, y por tanto contienen el CO2 que absorbieron en su época, liberándolo una vez se quema el combustible. El problema es que en estos últimos tiempos, las concentraciones de estos gases se han incrementado de forma espectacular. Las concentraciones de CO2 han crecido de las 280 partes por millón (ppm) que existían en la época preindustrial hasta 380ppm que existen en la actualidad. Pero eso no es todo, porque si las emisiones continúan como hasta ahora, al terminar el siglo tendremos unas concentraciones de alrededor 800ppm.
Las discusiones hay de todo, lo hay de aquellos que auguran que la vida tal y como la conocemos en nuestro planeta desaparecerá al ritmo que vamos, otro indica que los cambios actuales son fenómenos naturales producto de los ciclos y que estos cambios siempre han existido en la tierra, a los largo de los años, los hay de aquellos que dicen que el debate del medioambiente es fruto de una conspiración de la izquierda para robar el dinero de los contribuyentes.
Los peligros
Dos de los grandes peligros de este fenómeno, por un lado el incremento del nivel del mar, y por otro la desaparición o modificación sustancial de la Corriente del Golfo.
Ésta última es una corriente oceánica que se mueve desde el Golfo de México hasta el Atlántico Norte. La enorme cantidad de agua que transporta esta corriente lleva consigo también el calor del trópico hacia los lugares hacia donde se desplaza. Para hacernos una idea, gracias a esta corriente, Europa Occidental está 20⁰ C más caliente que latitudes similares en Canadá. No es de extrañar pues que su evolución preocupe a economistas, agricultores, empresas, gobiernos y un gran número de personas verían afectados su modo de vida.
El cambio climático puede afectar a esta importante corriente marina, ya que se mueve por un lado gracias a la rotación terrestre, y por otro a la circulación termohalina. Ésta última se produce por la diferencia en el contenido de sal de las aguas, es decir las aguas más saladas (las del trópico) se hunden al entrar en contacto con las de menor contenido en sal (las del ártico). Los expertos en cambio climático están preocupados porque la descongelación de los casquetes polares pueda introducir una masa de agua que modifique el comportamiento de la Corriente del Golfo. La práctica totalidad de la comunidad científica internacional está segura de que existe una alta probabilidad de que esta corriente vea modificado su curso a largo plazo (200 años), e incluso de que desaparezca, pero todavía no hay evidencia de ello. En lo que todos los modelos divergen es en las consecuencias. Los más pesimistas dicen que se verán icebergs alrededor de Gran Bretaña, los menos, predicen una reducción del calor terrestre en las costas escocesas y escandinavas.
Por otro lado, como decíamos, el nivel de los mares también se podría ver afectado. Hace 7 años se obtuvo la primera fotografía de la caída de una gran barrera de hielo del Antártico, Larsen B. La mayor parte del hielo en el Ártico es hielo de mar, con lo que su deshielo apenas afectaría al nivel de las aguas. Sin embargo, el hielo en Groenlandia y la Antártica está en su mayor parte sustentada por la tierra. La magnitud de la catástrofe nos la da las cifras: si todo el hielo de Groenlandia se descongelase, el nivel del mar subiría 7 metros, si añadimos la Antártica oeste, subimos otros 6 metros, y si el resto de la antártica se deshelase - cosa que nadie piensa que ocurra - el nivel del mar subiría 70 metros. Tengamos en cuenta que con 1 metro de subida el 17% de Bangladesh desaparecería...
El problema de la caída de estas barreras de hielo según se ha observado después de la Larsen B, es que sostienen los glaciares, que a su vez se moverán más deprisa como de hecho está sucediendo.
Lo importante para el nivel del mar no es tanto si un glaciar se deshiela o no, sino cómo afecta éste al equilibrio de la masa glaciar. Y nadie sabe qué está pasando con la masa glaciar en la Antártica. Sí sabemos que en Groenlandia está disminuyendo muy lentamente, 4.4mm por año. Pero nada nos dice que seguirá constante, ni que disminuirá o aumentará.
Los hechos
Aparte de los ya mencionados anteriormente, existen fenómenos en la naturaleza que son las piedras angulares de algunas teorías del cambio climático.
Los huracanes han sido en estos últimos años los protagonistas de tristes historias en diferentes partes del mundo. A partir de 1995 la frecuencia de estos fenómenos en Norteamérica se incrementó según los datos disponibles siendo el 2004 el año con más huracanes de toda la serie. Un año después además, el Katrina causó los mayores estragos que se recuerdan en la historia.
Los huracanes están muy relacionados con la temperatura del agua, y ésta se está incrementando en los últimos años. El debate ya no se centra en si el ser humano tiene un papel determinante o no, sino en el grado en que está afectando. En esto existe una gran discrepancia en la comunidad científica.
Mientras toda la comunidad se aclara, y viviendo en la inopia y nuestra voracidad de consumo seguirá cabalgando echando millones de toneladas de veneno a nuestra atmósfera destruyendo la capa protectora de Ozono, infectando nuestros ríos, mares y la tierra con millones de toneladas de desechos. Cómo si faltara más reuniones a la vuelta de la esquina tenemos la Cumbre sobre el clima en Copenhague, estaremos expectantes.

Comentarios Políticos ARCADUS DIGITAL

Me importa tú opinión

Gracias por hacer parte tú comentario

Seguidores