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lunes, 10 de agosto de 2009

La lucha contra la corrupción

La crisis variopinta que padecemos los españoles hipotecados o no, sin duda, acabará resolviéndose de alguna forma-no hay mal que dure cien años- pero, lo que nos espera, pinta ser algo de lo mismo, se ha hecho costumbre en meter la mano en el bolsillo de lo ajeno cuando no es la del Estado, la democracia es como una madre rsignada sujeta a toda prueba. Si la sociedad civil no reacciona ahora con contundencia promoviendo y exigiendo cambios en la conducta de los políticos y la política en general, la agonía que hoy sufrimos para salir del trance, puede todavía prologarse en el futuro. Cada suceso que flota en los medios pasan como un comentario natural ligada a nuestra cultura. No obstante, hay millones de ciudadanos que condenan la corrupción política, y exigen poner coto a este maremagnum político marea, no sólo sería deseable sino exigible depurar de la política esa cultura tan arraigada que tienen los políticos de montarse chiringuitos con la cosa pública, en cambio, se preocupan por desmontar los chiringuitos de la playa que a nadie le preocupa, ni les molesta.
Los políticos, aplican bien, el proverbio que dice “a vivir que son dos días”, y por eso intentan sacarle la máxima tajada al Estado en sólo cuatro años, lo malo es, que a veces son ocho, y si saben vadear bien las corrientes políticas, ya tiene el oficio de por vida, para aquellos no importa la ideología, el ego de la pasta les ciega, y la escuela de la corrupción se refina de la mano de las leyes.

Recientemente hemos sido testigos de unos hechos para mi casi irrelevantes-frente a otros del pasado y del presente-el de Bárcenas y los regalitos de Camps, nos muestran como si fueran una muestra al azar de la carcoma que realmente existe, pero qué decir, de los chollos inmobiliarios y financieros, de los Filesa, no es moco de pavo, aquello sólo es la espuma de un pequeño remolino en medio de una gruesa camada que todavía queda por remover porque se sume en la oscuridad de los años. Así los tíos listos se van adueñando de un dinero que debía destinarse a esa masa vulnerable de españoles que necesitados carretean las calles de nuestras grandes ciudades.
La única vía para impedir que avance esta lacra social aclimatada en las instituciones públicas, es exigiendo al poder político mayor transparencia, limpidez, recato, moderación, eficacia, sacrificio, entrega, etc., requisitos que debía contemplar cualquier candidato a un puesto público de dirección y ellos deben ser traducidos no sólo como deseos, sino como una obligación para tener un perfil intachable. No podemos seguir enarbolando la improvisación en el aparato público, ni aupando en altos cargos a vividores y aliados, que no han pasado por los controles académicos, ni probada su experiencia, un político relevante debe ser una persona integra, con una sólida y dilatada experiencia en la función pública, los partidos deben diferenciar correctamente, que una cosa es el trabajo desarrollado dentro de un partido y otra muy distinta, la responsabilidad que da lugar en la función pública, sólo exigiendo aquellas cualidades podremos arropar a un político para que nos garantice la ejecución cualitativa de un mandato.

A diario en los medios se debate hechos de corrupción, y cuando estos llegan a la justicia es cuando recién se aprecia, el tortuoso camino que toma la ley, ella se interpreta y reinterpreta y busca los vericuetos de la misma para concluir que no hay falta, sino negligencia o distracción menor, para sortear la condena, por desgracia esto es así, porque hay fallas en la independencia de la Justicia, en efecto, una parte importante de ésta está en manos de la política, es lógico pensar, que si ellos son parte del problema su capacidad de juzgar se debilite, restándole al cuerpo objetividad a la hora de atribuir con justicia una pena, cuando ella toca en particular, a la alta jerarquía política o los detentores del poder económico.

Tanto modernismo institucional que nos ha dado la democracia, no parece que hayamos alcanzado el estado de bienestar, porque algunos no se conforman con poco, y otros que no les llega ni ese poco, las leyes, por cierto, muy refinadas, se aplican al parecer, para llenar la galera con unos pobres infelices que delinquen para comer y por falta de oportunidades de trabajo, mientras que los peces gordos, de cuello blanco, coleccionan faltas como cromos protegidos por el sistema, como si tuvieran derecho de pernada. Esta terrible realidad, debe obligarnos a mirar con inquietud la situación, que nos da este estado de libertad que se ha quedado adormecida y entumecida por las enfermedades que le salen por todos los fueros.
Hay quien cree que debíamos recuperar las buenas costumbres del pasado, cuando entonces, el pueblo tenía en sus manos el poder de iniciativa y decisión sobre la falta que cometían sus congéneres-a este paso volvemos al mismo punto de partida- y con mayor razónen este caso, si es el pueblo el que ha elegido a un representante, y éste comete una falta grave en su mandato, no sería más justo, que éste mismo pueblo fuera quien debiera excluir de la función pública al autor del delito.? aquí nos enfrentamos con las listas electorales abieras o cerradas para elegir un candidato, esto es como decía Cervantes, topar con la iglesia.
Desde esta columna y hasta las próximas elecciones generales y hasta cuando sea necesario seguiremos demandando y exigiendo, que se cumpla un compromiso público para que los políticos observen un código de conducta para asumir y ejercer tareas de dirección en la función pública. Bajo estos principios, creemos que es recomendable la creación de un Comité de Vigilancia y Control donde participe efectivamente la Ciudadanía, dicha institución debía tener la potestad de juzgar a los infractores y si el caso exige, retirarle temporal o definitivamente el mandato al intruso del partido que han cometido negligencia en beneficio propio , y esto, debe llevarse a cabo con independencia de lo que manden los Estatutos del partido. Para llevar adelante de manera integra la recomendación, sería de utilidad, la creación en cada ayuntamiento, de una oficina de denuncias donde se recoja los hechos delictivos y donde se inicie el proceso en coordinación con dicho Comité, éste último debería liderar y lanzar las primeras diligencias de investigación pertinentes.
Cuando hayamos hecho limpieza del poder a esa masa de aprovechadores que se han formado en la escuela del pelotazo y el clientelismo partitocrático, el país podrá recuperar su normalidad y los políticos trabajarán por el interés ciudadano y cuidarán sus actos y el patrimonio del Estado como si fuese el suyo propio, que hoy no es el caso, porque les preocupan aumentar su patrimonio, aquellos caen como moscas en las redes y artilugios que inventan los quebrantadores de conciencia (fuente de todos los males). Lo peor de todo, aquí no dimite ni dios, nadie es culpable de nada, ni de la crisis financiera, ni la crisis inmobiliaria, ni de prevaricación, ni de la destrucción del medio ambiente y del empleo, ni de la inseguridad, ni del paro, ni de los accidentes aéreos, ni del déficit, ni de nada, sólo les preocupa seguir mangoneando del poder, para eso, el Partido es un chollo, al cual se prenden como lapa que es lo mismo que cojerse al árbol del Estado, mientras el pueblo llano, de vez en cuando pesca alguna dádiva, un lujo que hace presencia cuando llegan las eleciones, ahí reparten los propietarios (?) del dinero regalitos y prevendas.

Entiendo que este planteamiento, no arreglará en el corto plazo nuestro problema mayor, que es la del paro, ni la crisis económica que padecemos, pero por lo menos evitaríamos a medio plazo que acampe en nuestro país el despilfarro de la economía, como el de la burbuja inmobiliaria, se intenta resolver bombeando recursos del Estado a los que han hecho su agosto, viendo las cosas como están, no es de extrañar, que parte de esos fondos vayan a parar en las manos de nuestros Representantes Políticos, del Partido y del “lobby”, en lugar de beneficiar al puebloo. La propuesta que hacemos, pretende moralizar aquellas conductas perversas de los políticos, y devolverles la confianza del pueblo que han perdido, sólo hay que ver la participación ciudadana en las elecciones. Un cambio de actitud, desincentivaría ese deseo irrefrenable de los ciudadanos de ser empleado público, porque se piensa que el mismo, es sinónimo de poder, de riqueza y del “dolce fare niente”, si logramos nuestro empeño, habrá mayores beneficios para el conjunto de la población, ya que se liberarían mayores recursos para apoyar iniciativas privadas con incentivos para la creación de empresas y puestos de trabajo redundará en definitiva, en la reducción del aparato publico para que éste sea eficaz, eficiente, responsable, y transparente.

Si no se logra un acuerdo con las fuerzas políticas, para las próximas elecciones debiéramos elegir a los partidos que nos den garantías que trabajarán sobre las líneas marcadas aquí, no podemos entregar nuestro voto como un cheque en blanco; nuestro voto debía tener el poder suficiente para implantar un cambio. El comportamiento político que aquí se denuncia es recurrente y viene de muchos años, además, si quisieran mejorar, sólo sería cuestión que miren lo que hacen los países serios de nuestro entorno. Pero chocamos con los intereses elevados de los partidos, donde los líderes se sienten incapaces de reconducir la situación, por otro lado, los actos de corrupción, lo condena la ciudadana, lo peor es que no hay cultura de ceses ni dimisiones como una práctica normal de una administración sana, porque se piensa que es una carta de defunción pública del inculpado. Pero no por ello, no vamos a tener el valor de denunciar la escasa TRANSPARENCIA que hay, cuando ésta debe ser la Biblia de una buena gestión política y debía estar presente en todos los ámbitos y renglones de la función pública, el político debían ser la imagen y el espejo de los códigos morales y éticos, esta orfandad clama al cielo, porque nuestros representantes son los primeros en poner sombras a sus acciones de gobierno y nos enteramos del cotarro cuando en los medios ya ha rozado el escándalo. E. Aguirre

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