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miércoles, 25 de febrero de 2009

La Guerra Santa

La sagrada guerra. La humanidad, desde su existencia ha convivido y padecido guerras bíblicas, medioevales y modernas. La historia con un toque darwiniano, nos muestra un hombre con ansías desmedidas de poder; en su proceso de adaptación, a medida que adquiría destrezas y dominio de si mismo, observó que colectivamente multiplicaba su poder con esto empieza la división y la lucha de unos pueblos contra los otros, luchar contra si mismo fue también la condena de Adan por saborear la manzana que estaba prohibida. Un ser humano que por el azar de la genética heredó tantas formas, como sufrimientos hay en esta vida; dejando patente, que lo que en realidad da libertad a los hombres es la fuerza del poder, aunque esto sea cierto sólo para aquellos que dirigen a los pueblos. Así pasamos y pisamos, el terreno de las conquistas. El hombre dominado por su violencia arremete contra todo aquello que se doblega a su poder, su carácter indómito natural fue creando patrones de conducta dentro de la comunidad, donde el color, la lengua, las costumbres, la cultura, el origen, etc. implantaron en el grupo nuevas jerarquías sociales, formando pequeños reinos que compiten con otros por el dominio y la supremacía de los territorios. De igual forma, en nuestra historia ensalzamos la bravura de nuestros antepasados que defendieron a capa y espada el patrimonio, en la victoria recogían las riquezas extraídas de la tierra y la fuerza de los pueblos sometidos.

Ni siquiera dios nos libra de la guerra, según la Biblia, cuando Jacob hijo de Abrahán llegó a la tierra prometida y vio que ella estaba ocupada, dios le dijo, que esas tierras eran suyas y debía recuperarlas peleando. Y aquí comienza el principio y el final de nuestro dilema, dios nos habla de la vida y de la muerte, del amor y de la guerra, de lo bueno y lo malo.
En ese trance de lo divino y lo terrenal, hemos inventado el feudalismo, la esclavitud, el comunismo, el nazismo, el capitalismo, la dictadura, el racismo, el machismo, etc. con el único afán de demostrar que uno tiene más razón que el otro, o uno es mejor que el otro o más fuerte que los otros, donde la posesión se convierte en el objeto más venerable de su existencia.
En todos aquellos estadios, y con muy pocas excepciones, la religión ha ido de la mano con la política, a pesar de los años, es triste reconocer que nuestras vidas todavía siguen basculado entre estos dos conceptos.
El Medioevo pudo fundir la política y la religión en uno sólo marcando en el curso de la historia, como el mayor retroceso del ser humano, porque pulverizó sin reserva cualquier conocimiento que se opusiera a los dogmas de la iglesia.
El Renacimiento parecía presagiar nuevos aires para el hombre, en efecto, el Humanismo pone al hombre en el centro de sus preocupaciones, los estudios vuelven a revisar las contribuciones del pasado remoto, cuestionando el régimen teocrático; a pesar del avance de la civilización con la imprenta, el desarrollo de las ciencias siguía siendo en aquel tiempo limitado, los diez siglos de rémora pesan mucho, aunque el credo no renuncia fácilmente a su papel y fustiga con la santa inquisición, finalmente con la evolución de las especies sus creencias fueron catapultadas prevaleciendo desde entonces (occidente) la supremacía de la política y la ciencia.
Los descubrimientos relanzaron el conocimiento y al crecimiento económico; de la mano de la revolución francesa e industrial con Inglaterra, fue cuando Europa con el comercio y la producción se situa en la cumbre del desarrollo. Las potencias occidentales y sus colonias aceleran los intercambios; este periodo podría haber sido la primera globalización, pero no lo fue, como siempre, un error de la metrópoli evitó que mayores flujos comerciales circularan en el mundo como pedían las colonias, y éste fue la piedra de toque para sumirnos una vez más en las guerras de independencia.
Este resumen apretado de la historia muestra a un hombre belicoso indeleblemente expuesto a guerras infinitas, los avances son reflejos que sirven más para perfeccionar y enriquecer la guerra a costa de empobrecer la paz del ser humano, mostrándonos con esto, las grandezas del hombre como especie pero también el cúmulo de miserias que carga en su conciencia.
En este largo viaje llegamos a la sociedad de información, donde vivimos esclavizados por una tecnología salvaje y un capitalismo endiablado que satisface a unos pocos, y empobrece a millones, vivimos acosados por conflictos de toda índole, donde el terrorismo ha encontrado un acomodo en la religión para su lucha obstinada reeditando un peculiar Medioevo que atemoriza desatar un desenlace en nuestra aldea global (Irán).
El hombre creativo, anda convertido en una máquina destructora de si mismo y de su entorno, a medida que avanza sus conocimientos, su comportamiento sigue rememorando al hombre de los tiempos más pretéritos, utiliza su instinto primitivo para resolver los problemas, nada se salva de su poder, hiere tanto como puede, ni el planeta se salva de su furor, ésta se defiende con abrumadoras catástrofes, aquel en lugar de reparar las heridas quebrantadas, la resiente aún más tocándola en la misma llaga.
Muchas preguntas quedan sobre la conducta de este homo “sapiens” moderno, como: Qué mueve a una persona, a una sociedad o a un país, para no aceptar la diferencia del otro, Porqué unos niegan, no sólo, las creencias del otro, sino la existencia misma del vecino (Hamás, Irán), Cómo caben en estos tiempos actitudes que fundan sus razones y derechos adquiridos en una historia tan arcaica cuyo relato deja muchas dudas de legitimidad en su forma y contenido (Israel, Palestina), Cómo y porqué dejamos que la religión siga entrando en los asuntos de Estado, Porqué, los patriarcas de todas las iglesias, no se unen y actúan en nombre del dios que dicen representar y, desentrañan aquellos tercos “iluminados” de Alá que desean subir a los cielos llevándose consigo a miles de almas inocentes (Yihad), y más, cuando la política y los organismos internacionales no han logrado poner fin a un conflicto que denigra al ser humano, ése papel activo de la iglesia es hoy más necesario que nunca, su silencio por más tiempo no hace más que delatar su indirecta cómplicidad del dilema que viven aquellos pobres y sacros territorios. Tampoco las potencias coloniales debían quitarse la responsabilidad (Inglaterra, Turquía), ya que éstos dejaron que aquellos pueblos se asentaran con un cúmulo limitaciones de convivencia donde el fuerte se hizo más fuerte y el débil se transformó en un terrorista sin fronteras.
Los que miran la historia sin pasión, difícilmente podrán comprender, el estado de terror y beligerancia que vive la minúscula Palestina, qué paradoja, cuando ahí convivieron por milenios religiones de occidente y oriente, razas mezcladas con culturas y lenguas diferentes, comercios trashumantes en todas las direcciones, que dio origen a las religiones de occidente y oriente y es la fuente espiritual que todavía alimenta a muchas religiones. µ
Frente a este triste episodio del hombre y la guerra, sería útil que los políticos repasaran nuestra historia reciente y pudieran detenerse en las contribuciones del Humanismo, en esa fuente encontrarán, valiosas enseñanzas que los primeros humanistas nos dejaron, ahí encontraremos las virtudes de la vida y el objeto de nuestra existencia, nos ayudará a ver el presente, con algo más de optimismo, aprenderemos que los males no vienen del cielo sino son creados artificialmente en la tierra, el origen común que compartimos debería ser una razón suficiente para unirnos en lugar de dividirnos, aquí viene bien decir, “que lo que ha unido dios que no lo separe el hombre” o “amaos los unos a los otros, como yo os he amado” teniendo en cuenta qué, después de nosotros vendrán otras generaciones, somos un presente pasajero nada nos llevaremos de esta vida, no dejemos que el egoísmo se convierta en el único legado para nuestras hijos y nietos, las guerras nunca curan, al contrario, agudizan las diferencias. La humanidad requiere una cirugía urgente, hay que hincar el bisturí de la cultura para extirpar el cáncer del dogma que expande sus efectos en nuestra pobre humanidad. C. Ayala. 10.02.09

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