Buscar este blog

jueves, 15 de octubre de 2009

Connotaciones sobre el premio de Obama

En el marco de la entrega de los Premios Nobel, el de la Paz siempre acapara la atención internacional ante la tangible o hipotética resolución de un conflicto armado, en un sistema político global, caracterizado por las guerras y las injusticias sociales. Sin embargo, pocos han causado tanto revuelo, en tampoco tiempo, como el que acaba de recibir el presidente estadounidense, Barack Obama, la pasada semana, quien con tan solo nueve meses en el poder ha sido galardonado con el prestigioso premio. El Comité Noruego del Nobel alabó a Obama por “sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”.
El otorgamiento del “Premio Nobel de la Paz 2009” a Barack Obama ha generado, a nivel mundial, desde reconocimientos de jefes de Estados a su labor hasta fuertes cuestionamientos a la seriedad de quienes tienen la responsabilidad científica y moral de concederlo (y de los parámetros utilizados), pasando por el rechazo de grupos de presión estadounidenses que lo consideran como una condena implícita a la desastrosa política exterior de la Administración Bush. Todo esto sin dejar de mencionar aquellos que son proclives a considerar que este premio deja a Obama en una situación embarazosa ante el mundo y su país para los tiempos venideros.
En resumidas cuentas, que ha sido un premio otorgado prematuramente y ha dejado desconcertado a unos cuantos. El prestigioso periódico “The Washington Post”, en su editorial, afirmaba que una alternativa mejor habría sido el otorgamiento de este premio, como un homenaje póstumo, a Neda Soltan, la joven mujer iraní que falleció durante las manifestaciones de protestas que estallaron en Teherán, luego de conocerse los resultados de las elecciones presidenciales en Irán, en junio pasado (consideradas como, supuestamente, fraudulentas).
En realidad, tal vez, sería injusto catalogar que todas las metas de la Administración Obama están en proyecto, queramos o no, ha tomado algunas decisiones importantes como poner fin a las políticas unilaterales, en el ámbito internacional, que llevó adelante el Gobierno de George Bush. Por ejemplo, ha comenzado a cerrar la base de Guantánamo (aunque no estará lista para enero 2010 como había prometido); la mejoría de las relaciones con Rusia, incluyendo el área armamentista (la firma de un nuevo tratado de START); la total retirada de tropas estadounidenses de Irak pautada con fecha máxima para fin de 2011; el inicio de la negociación sobre el programa nuclear iraní; el abandono del proyecto sobre la construcción de un escudo de misiles en Europa del Este; ha abierto una ventana de diálogo con el mundo árabe y musulmán, y le ha recordado a los israelíes que sin el nacimiento de un Estado Palestino difícilmente tendrán garantizada la paz y la seguridad. Todo esto sin olvidar los intentos de acercamiento que ha tenido con el régimen cubano.
Ahora bien, estos eventos siguen, aún, en proceso de gestación dado que no ha culminado con resultados concretos que implique el fin de los conflictos político-militares que engendran.
Sin embargo, si leyésemos entre líneas, también es cierto que, podríamos interpretar el otorgamiento de este premio de una manera diferente (lo que no restaría peso a lo anteriormente expuesto) y es la siguiente.
Partiendo de la premisa de que el Premio Nobel de la Paz pudiese descansa, en alguna medida, sobre basamentos o intereses políticos de orden internacional, el otorgamiento de este premio podría ser el instrumento a través del cual la élite política europea, no sólo noruega, estarían enviando algunos mensajes a la Administración Obama sobre su postura respecto a aquellos focos de atención global donde tanto Estados Unidos como las potencias de Europa Occidental están involucradas, ya sea en materia de conflictos armados o medio ambiental. En pocas palabras, lo que Europa podría estar esperando de Barack Obama.
Por tradición, y en cuanto a política exterior se refiere, los presidentes estadounidenses pertenecientes al Partido Demócrata (como Kennedy) han sido proclives al multilateralismo y al diálogo con Europa, quien ha sido considerada como un socio natural de EE.UU. (p.ej. la alianza transatlántica durante la Guerra Fría). A ello habría que agregar que la filosofía de las administraciones demócratas, en materia de política exterior, pareciese descansar sobre el principio de que los conflictos armados no deben comenzar hasta que todas las oportunidades de diálogo y negociación sean agotadas. De manera que si comparamos el Gobierno de George Bush W. (republicano) con la Administración Obama (demócrata) podemos diferenciar, claramente, como el primero aspiró a un sistema político internacional unipolar, liderado por EEUU, mientras que Obama visualiza un mundo multipolar en el que Washington ejerce influencia pero a través de la colaboración con otras potencias, en el marco del derecho internacional, representado en las Naciones Unidas. No obstante, sería poco correcto analizar la actuación de la Administración Bush sin dejar de reconocer que los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 alteraron la política exterior de ese gobierno, la estructura del sistema político internacional, y, de alguna manera, las relaciones entre EEUU y el resto del mundo.
En cuanto a Europa Occidental se refiere, la Administración Obama ha dado signos de querer unas relaciones con la región basadas en el pragmatismo y su disposición para que Europa sea consultada sobre temas globales como Afganistán, Pakistán, Irán, el tema de la desnuclearización y el cambio climático, propuesta que ha sido aceptada por líderes de la región. Durante la pasada administración, Bush tomó decisiones unilaterales sobre el terrorismo, Irak o Afganistán sin consultar con las potencias europeas pero, sin embargo, exigió de ellas respuestas. Ahora, con Obama, tal vez, los países de Europa Occidental mantienen las expectativas de ser consultadas como nunca jamás en materia de asuntos de política internacional pero sin que se les exija compromiso alguno, más allá de un mínimo. Y es allí, probablemente, donde a Europa le falte, aún, asimilar que aunque Obama quiera consultar más con sus líderes, esto no implicaría que su gobierno demandara menos de las potencias europeas.
De tal forma que para Europa Occidental el peligro estaría en suponer que este acercamiento estadounidense significaría o el otorgamiento al derecho al veto, de manera, sutil, sobre las decisiones estadounidenses en materias álgidas de política internacional (donde ambos actores están involucrados) o la falta de iniciativa, criterio propio, para tomar decisiones unilaterales por parte del presidente estadounidense. Por ende, si el Comité Noruego cuando otorgó este premio a Obama, lo hizo con la intensión de motivarle a continuar en sus esfuerzos por resolver la conflictividad en Oriente Medio y Asia de manera pacífica, pero bajo su responsabilidad, y sin nuevas exigencias a los gobiernos europeos, su visión podría haber sido la menos acorde a la realidad geopolítica mundial en estos momentos.
Por ejemplo, en las últimas semanas las relaciones entre EEUU y Alemania han sufrido un enfriamiento, relativo, por el llamado que hizo Obama a una mayor presencia de tropas europeas en Afganistán y una expansión de la OTAN, que permitiese la integración de antiguas repúblicas soviéticas, hechos a los que se oponen el gobierno alemán (en parte por su dependencia respecto al gas ruso). Además, creer que Obama puede navegar, de alguna manera, por las aguas tranquilas de la negociación para resolver conflictos tan complejos como Afganistán, Pakistán, e Irán sin recurrir, en algún momento a medidas extremas, es una ilusión. En realidad, Obama está entrampado en una coyuntura histórica, una realidad, muy compleja, no creada por él, pero para la cual debe de encontrar una salida, que no será siempre la negociación y que difícilmente podría ser hallada sin el involucramiento de otros actores claves del sistema internacional.
Quien considere que Obama no tomaría medidas radicales en un momento de máxima tensión, sólo por el hecho de ganarse el Premio Nobel de la Paz, estaría dejando de considerar un elemento básico en la geopolítica mundial, y es que para EEUU, no hay nada más importante que su propio interés nacional. Además, ningún otro actor del escenario internacional está más interesado en que conflictos, como Irak y Afganistán, sean controlados a niveles mínimos, en medio de una crisis económica global como la actual, como la Administración Obama. De allí, la necesidad de encontrar una salida compartida a problemas que afectan al sistema internacional como el terrorismo global, el radicalismo islámico, la nuclearización de zonas estratégicas como Oriente Medio, el hambre, la pobreza, entre otros. El consenso es la salida. Mariela Reyes


No hay comentarios:

Comentarios Políticos ARCADUS DIGITAL

Me importa tú opinión

Gracias por hacer parte tú comentario

Seguidores